Jesús Martín Santoyo

Ensoñaciones de un palentino

Jesús Martín Santoyo


Elegancia en la c/Mayor

07/04/2024

Quizás hubiera sido mas exacto titular esta columna La elegancia de hizo mujer, porque está inspirada en la visión de una señora a la que con cierta frecuencia veo pasear por la calle Mayor desde mi puesto de observación en la terraza del Casino de Palencia.
La señora tiene bastantes años. Esa edad indeterminada de las damas a partir de los setenta años. Pudiera incluso haber cumplido los ochenta. No sabría decir ni apostar por una cifra       concreta.
Me habló por primera vez de ella mi hermana, una mañana en que compartíamos un café en una terraza de la calle Mayor. No creo exagerar si afirmo que mi hermana conoce a la mitad del censo de Palencia. Su dilatada vida laboral como profesora del colegio Blanca de Castilla, popularmente las Filipenses, le ha facilitado el contacto con cientos de familias en los últimos cuarenta años. El resto de los conocidos los consigue a fuerza de simpatía y facilidad para la socialización y la comunicación, dotes que sin duda heredó de nuestro añorado padre.
Algo me insinuaron días después sobre si la señora de la que quiero hablar había ostentado un cargo importante, no sabría decir si en la Administración estatal o regional. No me interesa su vida laboral. También me informaron de una exposición en el museo Lecrác, con la que la señora tenía que ver, desconozco si como expositora, organizadora o comisaria. No la he visto. Tampoco me interesan tales detalles para rellenar esa humilde columna       dominical.
Tan sólo me cautiva la figura de la dama y lo que sus andares etéreos son capaces de sugerirme para inducirme a la fabulación y a la ensoñación narrativa. La señora camina con una elegancia que sólo se aprende en el ámbito familiar. Se ayuda de un bastón sin que el báculo merme la compostura de la imagen. Luce impecablemente vestida, con unos accesorios perfectamente combinados con su atuendo (collar de perlas, pulseras y pendientes a juego, bolso original, zapatos impecables…).
Camina despacio. Creo que consciente de su atractivo y de que las miradas de los viandantes se van a posar en su figura. 
Se podría hacerle una fotografía con fondo sepia y escribir a pie de encuadre «París. 1920. Place de Vendome». No desmerecería en absoluto con los modos y la estética posmodernista de la capital de Francia en los dorados años veinte.
Quiero suponer que está soltera o que es viuda. Nunca la vi acompañada por un hombre que pudiera responder al perfil de un marido o de un amante. Si es viuda, estoy convencido de que disfrutó de un romance apasionado a la vez que discreto con su compañero matrimonial, alguien a buen seguro acomodado, culto, sutil que no desmerecería con la dama. Si permaneció soltera, no tengo que esforzarme para imaginármela disfrutando de amores apasionados que no terminaron de cuajar debido a la exigencia intelectual y estética de la mujer.
Pasea despacio con su bastón por la calle Mayor, erguida, con la mirada al frente, con un cierto toque de altivez, saludando con un leve gesto a algún que otro ciudadano que le dedica unas palabras. No se detiene a hablar con ninguno. Parece como si ejerciera un ritual diario, una experiencia cotidiana para contribuir a embellecer aún más el paisaje de la ciudad. Se ha tomado un buen tiempo en arreglarse para presentarse impecable ante los paseantes palentinos que no pueden dejar de observarla y hacer algún comentario sobre la diletante.
Por la tarde ya no saldrá de su casa, situada en el barrio más acomodado de la ciudad. Recibirá quizás alguna visita de cortesía a la que obsequiará con un británico té con pastas. Hablarán de arte, de literatura, de experiencias pasadas, de otros tiempos cada vez más alejados de un presente que se les antoja vulgar y chabacano.
Se retirará pronto a dormir. Tiene el buen gusto de no mirar la televisión porque considera la programación de una mediocridad y mal gusto insufribles. Suele escuchar un rato la radio antes de rezar una plegaria y disponerse a dormir. Mañana volverá a las calles de la ciudad y alegrará un poco la vida gris de sus vecinos con su presencia llena de color.