Arturo J. Pinto

El rincón del abad

Arturo J. Pinto


Cuestión de modales y de humildad

09/05/2024

La pasada semana falleció Victoria Prego, conocida periodista que narró con rigor y pluralidad la historia de la Transición española, que hizo posible nuestra democracia garantizada por la Constitución de 1978, fruto del consenso político y social de los españoles. Recordemos que nuestra Carta Magna es la norma suprema del ordenamiento jurídico, a la que están sujetos todos los poderes públicos y los ciudadanos, estableciendo valores básicos como la libertad, la justicia, la igualdad o el pluralismo político.
Con esta apología de la Constitución -debería ser materia obligatoria y permanente en los colegios- quiero recordar el legado de Victoria que, además de periodista, fue una ciudadana comprometida con los valores del Estado de Derecho, alertando de lo frágil que puede llegar a ser nuestra democracia, sobre todo con enemigos internos que hay que combatir: deslealtad de partidos nacionalistas que han derivado en independentistas, beligerancia contra la Constitución por parte de partidos con planteamientos antisistema que desprecian el nivel de consenso y convivencia logrado en la Transición, desprecio que hoy también se observa desde algunas instancias gubernamentales.
Después de más de cuatro décadas disfrutando de la democracia, con un estado de bienestar más o menos mejorable pero real, quizá nos hemos acomodado en nuestra forma de vivir la política, con poca conciencia crítica, quizá dejándonos llevar y olvidando mantener las formas sobre el respeto y la convivencia que marcan dichos valores constitucionales. 
Hoy la política está muy polarizada -también desafectada- entre la sociedad, porque los políticos dedican más tiempo a desprestigiar al contrario, que a concitar soluciones. Es prioritario que los líderes de opinión, en este caso políticos, den ejemplo, se expresen con educación, con buenos modales, con humildad y transparencia a través de los medios de comunicación, de periodistas que les trasladan con sus preguntas inquietudes de los ciudadanos. Pero muchos políticos no solo no atienden adecuadamente a preguntas de los profesionales -convocando ruedas de prensa sin derecho a preguntar-, sino que se permiten señalar a medios de comunicación y a periodistas por sus informaciones u opiniones críticas, que el Gobierno ahora tacha con reiteración de «bulos», y habla de «pseudomedios», de «contribuir al fango»…
Conviene recordar que ha sido el propio Sánchez y algunos de sus ministros quienes en los últimos meses han proferido bulos e insultos. Sirva como ejemplo el actual ministro de Transportes, 'rey del insulto' -en redes sociales ataca reiteradamente a periodistas y políticos-, que ha insidiado contra el presidente de Argentina. ¡Qué formas son éstas! No es de recibo que un ministro del Gobierno de España señale públicamente con malas maneras a conciudadanos o a mandatarios de otros países. ¿Y al presidente le parece bien? Esto no es ejemplarizante para la ciudadanía ni para la imagen exterior de España. 
Pero la gota que ha colmado el vaso es el teatral 'retiro' del presidente, porque tenía que meditar si dimitía o no, coincidiendo con la apertura de diligencias judiciales a su entorno familiar. Pasado este 'retiro' -una falta de respeto a los ciudadanos-, el presidente -sin autocrítica-, en vez de dar explicaciones, anunció que continuará con el objetivo de hacer limpieza y regenerar la vida política, así como perseguir los bulos y el fango. 
¡Qué barbaridad! Él, que lleva varios años poniendo muros y diciéndonos a los ciudadanos lo que es bueno y malo, con bulos y soflamas, en vez de gestionar bien el país, que es su obligación, pretende ahora ser el artífice de la regeneración política; eso sí, volviendo a criticar a jueces y a periodistas.
El presidente Sánchez necesita tener y transmitir buenos modales democráticos -no abusar de su poder, mantenido cada día a cualquier precio y a costa de los sacrificios de los españoles-, y mucha humildad, y dedicarse más a gobernar por y para todos los ciudadanos de nuestro país, no solo para «su mayoría» parlamentaria o para sus militantes acríticos que le aclaman.
Conviene no resignarse y recordar, una vez más, que sin Justicia y sin periodismo -aunque no le guste al Gobierno de turno- no hay democracia. 
Nuestros políticos deben recuperar las formas y los modales ante los ciudadanos y dar ejemplo de humildad, respeto y convivencia; dejarse de soflamas, demostrar día a día su convicción democrática y ganarse la credibilidad de los españoles poniendo en valor la libertad, la justicia, la igualdad o el pluralismo político que garantiza la            Constitución.