Los paraguas tuvieron que hacer acto de presencia cuando el reparto de unas 2.200 raciones de pan, queso y cebolleta alcanzaba su ecuador, pero ello no fue óbice para que los astudillanos refrendaran con su masiva presencia el voto de villa en la bonita ermita de Torre Marte. Las rogativas dieron su fruto y el agua de mayo regó los campos a modo de oro molido para dar lustre a una cosecha que se prevé buena, pero ensombreció un tanto la tradición romera. 

Tras una subida final por una empinada cuesta a un cerro en el que se ubica la ermita de Torre Marte, a cuatro kilómetros de Astudillo, los romeros asistieron a la tradicional misa y veneración del Cristo que da nombre al templo que le acoge, en este caso con una réplica ya que la imagen original fue robada.

Al terminar la ceremonia religiosa, pasadas las 13 horas empezó el reparto de pan, queso y cebolleta desde una ventana de la ermita, en el que -además del alcalde, Luis Santo, y ediles del Ayuntamiento- se sumó a la tarea la presidenta de la Diputación, Ángeles Armisén. Los concejales -con madrugón incluido y de forma previa- prepararon las bolsas y cortaron cientos de raciones de queso del Cerrato, por supuesto, y barras de pan. En la amplia campa junto a la ermita, para amenizar la degustación, comenzó la actuación del Grupo de Danzas Villa de Astudillo con jotas regionales acompañadas con dulzaina y tamboril. A lado, en numerosas mesas con bancos de hormigón a plena ocupación, se iniciaron las tradicionales comidas campestres, por momentos pasadas por agua, en las que no faltaron empanadas hechas con mimo, las tortillas y todo tipo de bebidas.

Romería con pan, queso, cebolleta y agua de mayo en Astudillo - Foto: Óscar NavarroEsther Husillos, nacida en Valladolid pero astudillana ejerciente por los cuatro costados junto a su marido y tres hijos, fue de las primeras en recoger en Torre Marte  la bolsa con pan, queso y cebolleta en una cola que alcanzó más de 200 metros de longitud en varios momentos hasta que se fueron agotando las raciones. «Hubo familiares que llegaron una hora antes de la misa para coger sitio y repetimos la tradición desde hace muchos años. Esta ermita también la reclamaba Santoyo  y, finalmente, se determinó que estaba en el término de Astudillo», dijo. Nos gusta la fiesta y es algo muy propio y arraigado en el pueblo, junto la comida compartida en el campo», destacó.

Luis Santos, alcalde de Astudillo, mostró ayer el orgullo que supone poder conservar una tradición festiva tan atractiva después de su nacimiento en 1692. «Lo peculiar es el voto de villa, una especie de promesa y un juramento que se hace y se mantiene. Todo ello nace probablemente como consecuencia de la disputa que se mantenía cuando la zona que rodea a la ermita quedó despoblada.  Santoyo y Astudillo pugnaban por la propiedad de un terreno equidistante entre un sitio y otro. Una sentencia de esos años definitivamente decidió que era propiedad de Astudillo y, desde entonces, lo que era contar con el poder religioso y el poder civil se tradujo en un voto de villa que, al final, se traducía en una misa solemne con procesión, que es lo que hemos vivido hasta ahora, junto reparto de pan, queso y cebolleta.  Se hace desde una ventana de la casa del ermitaño, que para la gente resulta un poco más molesto, pero lo bonito es que se mantenga la tradición», aseveró el regidor.