El anatomista amusqueño y su trayectoria en la ciudad eterna

Juan Jesús Acosta Pulgar
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Juan Valverde alcanza el mayor de los éxitos con la publicación de su Tratado de Anatomía en 1556 en Roma

Imagen de desollamiento - Foto: DP

Una de las figuras más destacadas de la vida del inmenso anatomista amusqueño fue sin lugar a dudas Juan Álvarez de Toledo (1488-1557), hijo del duque de Alba, arzobispo de Santiago y posteriormente inquisidor general en Roma y uno de los más influyente personajes en la curia vaticana, al que Valverde dedicaría la primera edición de su gran obra anatómica en 1556, y con el que comparte protagonismo en la exposición que se está llevando a cabo de su figura en el Museo de la Evolución de Burgos.

Juan era dominico, hijo de Fadrique Álvarez de Toledo, II duque de Alba de Tormes, también y antes de ir a Roma, tras tomar sus votos en la impresionante iglesia de San Esteban de Salamanca. 

Con solo diecisiete años, completó sus estudios humanísticos en el colegio de San Gregorio de Valladolid y en la Universidad de Paris, finalizando su paso por tierras salamantinas como profesor de Filosofía y Teología en la docta Universidad humanística salmantina. No olvidemos, y no puedo por menos nombrar, la Escuela de Salamanca como cumbre del pensamiento humanista reformador de los siglos XV y XVI y como uno de los grandes legados de nuestra patria a la Historia. Por ello, también en estas líneas quiero rendir un pequeño tributo a este pensamiento que dio cobertura a toda la revolución científica, médica, cultural y pictórica de la gran época del Renacimiento español.

En un primer momento, el inmenso anatomista palentino había pensado en dedicar la primera edición de su Tratado al papa Paulo IV, pero debió de ser mucha la gratitud y estima que tuvo con el arzobispo de Santiago que finalmente decidió dedicársela a su protector, el cardenal Álvarez de Toledo, como justifica y reza en la dedicatoria del Tratado escrita con fecha a 13 de noviembre de 1554.

Con el impulso de Juan, los avances realizados en su aprendizaje italiano y especialmente romano con sus enseñanzas en el hospital Espíritu Santo y con la especial relación que iba creciendo con el papa Paulo IV, el amusqueño logra completar la que será su obra más importante, el tratado anatómico más revolucionario, leído y traducido durante casi dos siglos en la Europa moderna: Historia de la composición del cuerpo humano.

Este tratado tomó como base el del flamenco Vesalio, al que logró superar como veremos en el próximo capítulo en muchos de los aspectos y enriquecer el mismo con importantes innovaciones y novedades anatómicas, neuroanatómicas y fisiológicas, lo que al maestro flamenco en multitud de ocasiones no  le agradó demasiado, convirtiendo al de Amusco en el anatomista y médico referente de toda la Europa moderna, y consiguiendo que su publicación fuera el libro más copiado y divulgado en la ciencia médica durante estos casi dos siglos.

CORRECCIÓN A VESALIO. El de Amusco, en este contexto, realiza numerosas y constantes rectificaciones a Vesalio, en muchas ocasiones críticas abiertas, pero que en ningún caso deben interpretarse como una abierta hostilidad entre ellos.

En bastantes ocasiones, Valverde señala y reitera cuando las enseñanzas y experiencias de lo que escribe son referencias o descubrimientos de Vesalio o, en lo relativo a la circulación de la sangre, aspectos apuntados por su maestro Realdo Colombo. Mostrando así que para él la humildad y honestidad científica también son valores fundamentales por encima del  éxito o la atribución de descubrimientos que no fueran suyos. 

Del mismo modo, puso en valor a lo largo de su obra la formación humanística castellana, heredada de su formación en su villa natal y completada a lo largo de todas las experiencias de su vida.

También reconoce en el prólogo de la obra la importancia y las grandes aportaciones de Galeno (el gran anatomista de la antigüedad), subrayando «en otro tiempo y en otra época», destacando la inmensa importancia de estas aportaciones, pero aclarando que era el momento de poner en valor y modificar algunos de sus planteamientos más básicos.

En la obra de García del Real sobre el anatomista amusqueño y sus aportaciones, destaca lo siguiente: «porque la obra de Juan Valverde está hecha sobre el cadáver, corrigiendo errores evidentes de Vesalio, tiene más detalles anatómicos y más hechos positivos que las obras de Laguna, Gimeno y Monserrat, y está escrita, esto es evidente, con un estilo claro y preciso».

En esta magnífica portada de la primera edición de Juan Valverde, observamos en el centro el escudo del cardenal Álvarez de Toledo, además de gran valor renacentista, por los magníficos desnudos de las figuras que acompañan el escudo (probablemente de Gaspar Becerra, el tercero de la exposición burgalesa), bajo una gran arquitectura o portada con frontón griego que lo enmarca todo. 

Un elemento clarificador de la atribución a Gaspar Becerra de estas figuras y otras femeninas (como la de la mujer embarazada) especialmente en la obra de Valverde tiene que ver con la abundancia de carne de las figuras que nos aproximan a la época en que Becerra se encuentra en Roma junto a Valverde y Álvarez de Toledo y se fija o introduce en su pintura las formas y dibujos en las figuras humanas aprendidas tras el estudio de estas en el gran genio renacentista italiano Miguel Ángel.

La obra en lengua castellana se estampó en Roma en 1556 y fue realizada por Antonio Martínez de Salamanca, Antonio Larey y Antonio Baldo de Asola, impresores los tres, y debió a las magníficas ilustraciones (impresas en placas de cobre, con un detalle máximo) la facilidad y claridad del lenguaje, así como las innovaciones y aportaciones de Valverde contribuyeron decisivamente en muy poco tiempo de publicación a encumbrar el Tratado de nuestro autor como la obra más relevante de la medicina anatómica del Renacimiento.

Además, destaca la concesión por parte del papa  Paulo IV que lo distinguió con una Bula de Excomunión y multa a quienes usurparan algún derecho en la propiedad de su libro de anatomía, con el pago de cien ducados si se osaba hacer copia del primer Tratado anatómico del amusqueño. Dice el Papa «para que nadie imprima el libro y lucrarse así del trabajo de Juan Valverde, prohibimos por la presente,  a todos y cada uno, que viven fuera de los dominios de la Iglesia romana bajo pena de excomunión latae gententiae.. (automática)».

Otro acontecimiento que para Valverde fue especialmente significativo ya en 1555 y cuando continuaba con sus clases en el Hospital Espíritu Santo de Roma, y sobre el cuál se ha generado cierta controversia, tuvo que ver con la vacante de cargo de médico pontificio, en sustitución de otro gran médico segoviano y castellano del momento, Andrés Laguna, al que parece optó nuestro anatomista amusqueño sin llegar a conseguirlo (aunque algunas fuentes sí se lo otorgan dada su especial y profunda relación con Paulo IV), pero que finalmente pudo ser posible que recayese en otro compatriota y médico de refutados conocimientos como lo era Juan de Aguilera.

Tras el impresionante éxito cosechado con la primera edición de su Tratado de Anatomía, Juan Valverde vivirá nuevos acontecimientos que seguirán aumentando su fama y demostrando también su vinculación a la patria española como la dedicatoria de la segunda edición del Tratado de anatomía en 1559, dedicándoselo nada menos que al inmenso rey Sol de España: Felipe II. 

MÁS BULAS. Consiguió también una Bula absolutamente impresionante para la Cofradía de San Sebastián de su parroquia de Amusco  en 1558 y participó ese mismo año en la autopsia de aquel noble, años antes del señorío de Amusco y duque de Nájera y a la postre fundador de una de las obras religiosas más eternas de la historia, San Ignacio de Loyola. Noble que como vimos en el primer capítulo ocupaba una especial relevancia junto al XI Señor Manrique de la Villa de Amusco, conde de Nájera, y grande de España durante las primeras décadas del siglo XVI.

La obra de Valverde continuó con su segunda publicación en italiano de 1559 (dedicada a Felipe II). En 1560 se realizan otras cinco ediciones, dos más en el propio siglo XVI (en 1586 y 1589), otras cinco en el siglo XVII (1606, 1607, 1608) y las dos últimas que se establecen entre 1667 y 1682. Totalizan más de dieciséis ediciones y todavía en el siglo XVIII será traducida al Griego. Su impacto como vemos fue inmenso y sobre todo su medicina al publicarse también en lengua romance la convirtió en un manual muy accesible para médicos y sangradores, quienes practicaban la medicina diariamente por la villas y ciudades europeas.

Por último, y como veremos en el próximo capítulo, este Tratado de Anatomía será el mejor de la época por muchas razones: su lenguaje, claridad expositiva, el abandono de las tesituras galénicas, la innovación, las aportaciones médicas, anatómicas y fisiológicas, pero también por la calidad de sus imágenes y la innovación de las mismas, como podemos ver en las que se adjuntan en este capítulo.