Las reinas mediadoras de Castilla

Marta Redondo Moreno
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La cerverana Diana Pelaz Flores ha conseguido la calificación de sobresaliente 'Cum Laude' por su tesis doctoral que analiza el poder de María de Aragón e Isabel de Portugal, esposas de Juan II

Quizás Disney tenga la culpa de que tengamos esa idea estereotipada del papel de una princesa o reina, salvo algunos casos excepcionales como las batalladoras Mulán y Brave. Nada más lejos de la realidad, las infantas y reinas eran educadas para desempeñar un gran papel. Eran mucho más que las mujeres del rey, y muchas de ellas fueron grandes dirigentes y  mediadoras que jugaron un papel fundamental en la historia a nivel político y estratégico.
Ese interés de las féminas por el poder no ha sido muy estudiado en nuestro país salvo algunas excepciones como Isabel La Católica. Las mujeres que accedieron al trono, sobre todo en Castilla, mostraron esa gran fortaleza y capacidad de hacer política y en la que las alianzas se forjaban a través de sus matrimonios.
Con el fin de ir un poco más allá y estudiar a algunas de las reinas más desconocidas, la joven cerverana Diana Pelaz Flores decidió profundizar en el  estudio de dos de ellas. De 29 años, es Licenciada en Historia por la Universidad de Valladolid, y desde hace una semana es Doctora con calificación de Sobresaliente Cum Laude. 
Defendió su tesis doctoral, que ha tardado cinco años en elaborar y que cuenta con 962 páginas, en la Sala de Juntas de la Facultad de Filosofía y Letras de la UVA. Bajo el título de Reynante (s) en vno. Poder y representación de la reina en la Corona de Castilla a lo largo del siglo XV, dirigida por Isabel del Val -catedrática de Historia Medieval de la UVA-; Diana explica en su estudio la importancia que la figura de la reina tiene en la Corte castellana a través de su actuación en el ámbito político, administrativo, cultural y simbólico. 
Su investigación se centró en las mujeres de Juan II de Castilla :  María de Aragón e Isabel de Portugal. En su trabajo se ha incluido además un análisis con otras majestades que las sucedieron en la Baja Edad Media, con especial atención a las de la Casa Trastámara. 
«Estuve dos horas y media defendiendo la tesis, la verdad que estaba un poco nerviosa y allí estaban mis familiares, amigos y compañeros de estudios y trabajo», relata la historiadora que realizó su presentación ante un Tribunal compuesto por los doctores: Juan Carlos Martín Cea y  Marta Herrero de la Fuente, de la UVA;  María del Carmen García Herrero, de la Universidad de Zaragoza; Helena  C. Woodacre, de la Universidad de Winchester-; y Ana Echevarría Arsuaga  de la UNED-. Un Tribunal que reconoció sus cinco laboriosos años de estudio con la máxima calificación. 
El proyecto se fraguó cuando la cerverana todavía estaba estudiando la carrera  de Historia. «Acudí a un Congreso a Nájera y hablando con la que había sido mi profesora, Isabel del Val, vimos que teníamos interés común en la Baja Edad Media. Me parecía muy interesante la historia de las mujeres y el poder que es algo que no se ha tratado demasiado en nuestro país», comenta la medievalista. Decidió entonces centrarse en el siglo XV y concretamente en María de Aragón e Isabel de Portugal, las dos esposas que tuvo Juan II de Castilla.  
 Con mucha paciencia, sobre todo para salvar la burocracia,  acudió a los archivos de Simancas, Lisboa, El  Vaticano, el Histórico Nacional y su sección dedicada a la Nobleza en Toledo, además de los de Arévalo, Burgos, Sevilla y  Guadalupe. 
una mujer muy interesante. La primera que estudió fue María de Aragón, una mujer muy interesante y también muy desconocida. Reina a partir de 1420 y hasta 1445, cuando muere -dos años después la sucede Isabel de Portugal-. Mucha sorpresa le causó María de Aragón, una fémina «tremenda» según la califica y que además «era muy guerrera». En su trabajo relata que «luchó mucho por restar poder al protegido del rey, Álvaro de Luna, y apoyar a sus hermanos los Infantes de Aragón, lo que le causó enfrentarse a su marido y a distanciarse físicamente». 
Aunque tenía el apellido de Aragón era castellana. «Se puede decir que  era muy intrigante y  que quería su parcela de poder pero fue mediadora e intentó pactar treguas con su marido», insiste la autora. Su activo papel en política hizo incluso que quedase un poco relegada y se retirase a Arévalo y Madrigal de las Altas Torres. 
«En su testamento descubrí que sus criados tuvieron que vender algunas de sus pertenencias para poder darle un entierro que estuviera a la altura.  Sobre su muerte además, al igual que la de su hermana, planea la sombra del envenenamiento, pero lo más seguro es que fuese de meningitis», añade. 
Aunque estuviese enemistada con su marido,  María sí era reconocida como reina castellana por sus vasallos, así por ejemplo según narra la joven, «la ciudad de Burgos preguntó a al rey porqué no le habían comunicado su fallecimiento». Tuvo a Enrique IV y varias hijas -Catalina, Leonor y María- que murieron de niñas. 
prototipo. Isabel de Portugal le sucede tras casarse en 1447 con Juan II.  «Es una reina más prototipo. Ella sí que mantiene muy buena relación con su marido y las crónicas hablan de la buena sintonía del matrimonio». Tienen dos descendientes, Isabel La Católica y  Alfonso. 
«Participa también en política, no olvidemos que los matrimonios eran para intentar mantener buenas relaciones entre los reinos y anexionar territorios», afirma. Aunque no se mostró tan combatiente, al menos de forma pública contra el todopoderoso Álvaro de Luna, sí consiguió lo que María no pudo, enfrentar a Juan II contra su protegido. «Es Isabel de Portugal la que inicia los trámites para prender al privado que luego sería ejecutado», revela.
Mujeres muy diferentes pero que tienen algo en común. «En Castilla, las infantas tienen una gran conciencia de lo que son, del papel político que tienen que desempeñar pues además de ser esposas del rey, serán madres de reyes, regentes y reinas lo que les imprime un carácter muy especial». 
Ambas llega un momento en el que se retiran a otros palacios se mantienen siempre cerca de la Corte, y «ayudan a sus villas, señores, doncellas y vasallos en los conflictos que puedan existir»,  sostiene. Las define también como grandes gestoras, pues tiene la sensación de que «mantienen una relación muy activa con el pueblo, conocen todo lo que pasa y fomentan el diálogo entre las diversas partes». Pone el ejemplo de  Isabel de Portugal a la que su marido le cedió Paredes de Nava e interviene en su favor en algunas ocasiones. 
Similitudes pero muchas diferencias que incluso  llegan hasta en sus sepelios.  María  está enterrada junto a su hijo de forma modesta en el Monasterio de Guadalupe en Cáceres, e Isabel reposa junto a su marido en un gran sepulcro en la Cartuja de Miraflores en Burgos.
 Tras su amplio estudio, Diana Pelaz  -que trabaja como investigadora en el Archivo de Medina del Campo, gracias a una beca de  que culminará este mes- quiere dedicarse en un futuro a la investigación. «La situación en nuestro país es complicada pero si tengo la oportunidad me gustaría  seguir investigando», confiesa. 
Un lustro dedicado al estudio de la vida de dos mujeres muy poderosas en el siglo XV, que incluso puede llegar más allá; y es que le han propuesto que escriba la biografía de María de Aragón.