«No hay drogas duras y blandas, todas afectan al sistema nervioso central»

Esther Marín
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Antonio Terán Prieto • Psiquiatra

Perfil. Trabaja en el Centro Asistencial San Juan de Dios desde hace 30 años. Experto en adicciones, su labor se ha centrado en los últimos 25 años en el tratamiento de drogodependencias y patologías asociadas

Acaba de participar en una jornada sobre el trastorno por déficit de atención con o sin hiperactividad. En los últimos tiempos es un término que parece escucharse mucho más que antes. ¿Se está produciendo un sobrediagnóstico de casos?

En el ámbito profesional médico se están diagnosticando los casos que son. Cuando una persona viene con un cuadro sintomatológico que hace pensar o sospechar que pudiera existir un trastorno del neurodesarrollo se hace un estudio completo. No es una intuición que tenga el médico, ni una ocurrencia.

El diagnóstico forma parte de un estudio completo que abarca los síntomas, la evolución, el desarrollo del niño desde el momento del nacimiento hasta la consulta y las consecuencias que tienen esos síntomas en su vida familiar, social y escolar, que son sus ámbitos de actuación.

Cuando esos síntomas irrumpen en la vida de un niño y le generan claramente un sufrimiento, problemas de adaptación, de bajo rendimiento académico, de relaciones complicadas con sus iguales, a través de una serie de pruebas se realiza un diagnóstico de acuerdo al trastorno con el que se identifiquen.

A nivel profesional no hay un sobrediagnóstico, otra cosa es a nivel social el hecho de que niños o adolescentes que no quieren estudiar, que son rebeldes o que no están motivados sean etiquetados de un trastorno por déficit de atención. Pero no todos tienen TDH.

En su intervención habló de novedades respecto al paso que hay entre la adolescencia y la edad adulta en lo que a este trastorno se refiere

Hasta hace no mucho tiempo se pensaba que esta disfunción finalizaba con el desarrollo. Esto es, que los niños y las niñas llegaban a la pubertad, mejoraban y desaparecían los síntomas. Realmente lo que desaparecían es del sistema asistencial porque no los captaba la psiquiatría de adultos. Estudios de la Escuela de Harvard han demostrado cómo una parte importante de estos niños va a seguir presentando estos síntomas en la edad juvenil y adulta. Un grupo evolucionará hacia la mejoría, la desaparición de síntomas y la recuperación funcional. Pero habrá otro que en ese proceso evolutivo va a mantener síntomas, con distintos niveles de intensidad.

Alguno se incorporará a la sociedad y no tendrá secuelas, pero en otros esos síntomas van a  permanecer con intensidad y van a precisar de un seguimiento en la juventud y en la edad adulta, sobre todo cuando el TDH se acompaña de comorbilidad. El problema es que, con frecuencia, el TDH se acompaña de otros síntomas o trastornos psiquiátricos, como trastornos de ansiedad, depresivos, de personalidad o de conducta y, en otros casos, de consumo de sustancias.

El ámbito educativo es quizá el espacio en el que los niños con TDH están más desamparados. ¿Cree que se actúa correctamente en este entorno?

Creo que no. Estamos en proceso de desarrollo. En la medida en que el ámbito educativo vaya siendo más consciente de que existen niños con necesidades educativas especiales, que no vale un modelo universal para todos porque hay algunos que necesitan un abordaje diferente, el propio sistema irá estableciendo criterios y medidas.

Un gran paso adelante que se ha dado -en especial por el trabajo de las asociaciones de padres de afectados- es el conseguir que en la prueba de Selectividad, estos jóvenes tengan un tiempo añadido. Son personas con una capacidad intelectual normal, pero cuyo cerebro tiende a no concentrarse y por eso tienen una velocidad de procesamiento más lenta. Por eso necesitan un poco mas de tiempo y una forma de aprendizaje que no sea tanto sobre lo teórico, el estudio por el estudio.

En este y otros trastornos el uso de fármacos está muy extendido.  Parece que ahora las pastillas son la solución más rápida. ¿También la más efectiva?

El tratamiento del TDH es combinado. El fármaco favorece que en las áreas de cerebro afectadas haya dos neurotrasmisores que estas personas tienen en una concentración menor -dopamina y noradrenalina- y lo prepara para lo que viene después: el tratamiento psicoterapéutico y psicopedagógico. Pongo un ejemplo que aprendí en un curso en Estados Unidos: tratar un TDH es como enseñar a leer a un niño que no ve bien, si se intenta  sin gafas le va a costar mucho.

El fármaco lo que hace es focalizar la atención y va a permitir que el trabajo posterior llegue al niño y lo fije en su memoria porque es capaz de concentrarse en el mensaje que le enviamos.

Es un tema controvertido. Hay padres que no quieren fármacos y otros que no quieren tratamiento psicológico. Nuestra actitud es respetuosa, creemos en el tratamiento combinado, que es el que ahora mismo tiene las evidencias científicas de máxima eficacia.

La depresión es una de esas patologías que parece convivir cada vez más junto a nosotros. ¿Qué está pasando?

Estamos viviendo un momento de crisis social, económica, personal, etc. También nos hemos acomodado y estamos intentando resolver muchos acontecimientos vitales, situaciones que antes afrontábamos de forma social, familiar o religiosa, con los fármacos.

Hemos creado una sociedad de consumo y de alivio rápido a las situaciones que nos generan tensión o estrés. A lo mejor la solución en estas situaciones es replantearse la situación vital, buscar el apoyo de los más próximos, consejo, asesoramiento de un profesional, etc. El farmacologizar nuestras vivencias negativas no es bueno, porque al final buscamos el remedio artificial. Los fármacos producen en esos casos un alivio sintomático, pero por debajo sigue existiendo el conflicto.

De hecho, muchas veces acudimos a las drogas, al alcohol, a la toma indiscriminada de fármacos sin conocimiento, cuando tendríamos que replantearnos nuestro estilo de vida y qué nos ha producido esos síntomas.

Usted trabaja en este y otros sentidos con los jóvenes y sus comportamientos. Si tuviera que hacer una radiografía de la juventud actual, ¿cuáles diría que son sus principales rasgos?

La juventud me preocupa mucho porque la fotografía no es la que yo haga, sino la que ofrece el Plan Nacional sobre Drogas. El último, con jóvenes entre 15 y 18 años, señala que consumen mucho alcohol, mucho cannabis -especialmente marihuana con altas concentraciones en tetrahidrocannabinol, una sustancia que produce mucha patología psiquiátrica- y muchos hipnóticosedantes.

El problema es que además tienen una baja percepción del riesgo. No valoran el riesgo de una sustancia como el alcohol o el cannabis a las que hay personas que denominan drogas blandas.

No hay drogas duras y blandas. Todas son drogas y afectan al sistema nervioso central y mucho más cuando son consumidas por personas en pleno proceso de maduración cerebral. Me preocupa que consuman sustancias con un efecto tóxico muy importante y que el ambiente social diga que son blandas, lo que les hace tener una percepción  de riesgo muy bajo.

Muchas adicciones están relacionadas con una patología mental previa (depresión, ansiedad) y los pacientes buscan en estas sustancias la solución a su estado de ánimo, como por ejemplo consumir alcohol para quitarse las penas. ¿Ellos son conscientes de lo que hacen?

Muchas veces las sustancias son el alivio sintomático de situaciones vitales. Las drogas consumidas con fines escapistas y hedonistas es algo habitual, a lo que se suman las utilizadas de forma sintomática para aliviar lo que me pasa: beber para olvidar.

Es el beber para no pensar y evitar las penas, sin saber que el alcohol es una droga depresora y que produce ansiedad. Cuando bebo, los primeros minutos me produce euforia, pero luego ansiedad, depresión, etc. Muchas veces es, incluso, el desencadenante del suicidio.

¿Cuándo se puede hablar de dependencia?

Hay unos criterios que marcan los grandes manuales de clasificación de trastornos mentales.

Para que lo entendamos de forma más clara:una persona es dependiente de una cosa, persona o droga cuando pierde la libertad. Cuando vive por y para ello, desde que se levanta por la mañana su pensamiento está focalizado en cómo lo conseguiré. Cuando tiene un deseo irrefrenable y deja de hacer otras cosas que hasta ese momento eran importantes para focalizar todo en eso.

El alcohólico deja de ser persona cuando pierde su historia personal para hacer de su vida una historia de consumo. Cuando necesito hacerlo, cuando tengo mono. Eso se aprecia muy bien en los fumadores: estás en una reunión y ves cómo se empiezan a mover en la silla y tienen que salir a fumar.

Están cambiando los patrones de consumo. El consumo de drogas estimulantes, como la cocaína y las anfetaminas, parece estar de moda. Hace unos días ha fallecido un joven en Salamanca. ¿Desconocimiento de sus consecuencias o dejarse llevar?

Se hace por ese sentido de invulnerabilidad, del yo controlo y estoy por encima de todo.

En este caso concreto se comenta que posiblemente haya habido una mezcla de speed, cocaína y alcohol. Cuando se mezcla un psicoestimulante con un depresor y además speed se forma un complejo que llamamos cocaetileno y que es cardiotóxico y puede producir una muerte súbita. No se si es lo que ha sucedido pero es lo que pasa en algunos pacientes que mezclan alcohol con cocaína.

El problema es que la gente sale, descontrola y reduce su capacidad de valorar los riesgos de lo que hace y se deja llevar por la parte más impulsiva del ser humano sin tener en cuenta que puede ser perjudicial para la salud.

La edad en el inicio del consumo de alcohol es otro de los temas que preocupa a los padres de adolescentes. Además, parecía un tema de hombres, pero las mujeres están en el mismo barco

Ahora mismo en esa demanda de estar al mismo nivel que el hombre, cosa muy justa, y a pesar de ser más inteligentes que los varones, no lo habéis sido en el sentido de no repetir ese tipo de errores en los hábitos tóxicos.

Lo más importante es la formación. El trabajo de los profesores y el compromiso de las familias es fundamental en el aspecto preventivo. El mejor trabajo preventivo de un padre y una madre son sus hábitos si no son tóxicos. Hay que tener congruencia en los mensajes.

Que se incorpore en el currículum de los escolares el conocimiento sobre determinadas sustancias, sobre el alcohol y los factores de riesgo, la vulnerabilidad de los jóvenes, etc. Que se forme desde el lenguaje académico sin incrementarles la curiosidad, de acuerdo a un protocolo establecido por los planes preventivos.

El mejor tratamiento de todas las enfermedades es la prevención, adelantarse a lo que va a venir. Es el tratamiento más barato y el más eficaz. Cuando la enfermedad ya se ha establecido el tratamiento precoz es lo que debe ponerse en práctica, pero lo malo es que no hay conciencia de que exista un problema.

Los jóvenes vienen a las consultas obligados y niegan que tengan un problema de alcohol o cannabis. Creen que beben o fuman como el resto, pero sin saber que existe un factor de vulnerabilidad individual que hace que ellos tengan un problema.

 

Hay otras cuestiones que mantienen enganchados a los jóvenes, como es el caso de las redes sociales. ¿Se nos están escapando de las manos?

Hay casos en los que los jóvenes viven, duermen y pasan su vida con el teléfono. Incluso hay casos en los que se pueden poner agresivos si no lo tienen.

Hay auténticas adicciones a redes sociales, tablets o teléfonos. Todas estas cuestiones son buenas, pero depende a qué edad. Estamos atravesando el límite. A muy temprana edad se regala un móvil porque el resto lo tiene. Un niño con siete años no está preparado para esto.

Si ponemos herramientas o instrumentos en manos de niños que no están formados, lo más lógico es que hagan un uso inadecuado de ellos. Pero si además tienen un factor de vulnerabilidad es posible que hagan una adicción.

Tiene que haber un control, una supervisión y una educación para el límite.

Otro campo en el que trabaja de forma intensa es el de la atención de las personas con problemas de adicciones y salud mental. Se habla de atención a la patología dual. ¿Qué es exactamente este concepto?

En el Centro Asistencial San Juan de Dios de Palencia llevamos trabajando 24 años y cuando empezamos veíamos adicciones que, de alguna manera, enmascaraban los trastornos mentales. Además veíamos patología orgánica: adictos a la heroína que tenían patologías físicas (tuberculosis, hepatitis o sida). Los consumidores de heroína prácticamente han desaparecido. Lo que estamos viendo son sustancias como el cannabis, la cocaína o el speed, drogas que no producen tanto problemas orgánicos pero sí patología mental.

Además vemos que muchos enfermos mentales están consumiendo alcohol y drogas que están casi socializadas.

La patología dual es un concepto que se ha establecido para explicar que hay pacientes consumidores de drogas que, como consecuencia de ello, tienen otras patologías psiquiátricas.

También puede ser que haya enfermos mentales en los que lo originario era ese trastorno y que consumen drogas.

Hemos desarrollado instrumentos para detectar estos casos de comorbilidad, de que se junten varios trastornos mentales.

Cuando estamos con un paciente que tiene patología dual estamos ante un paciente mental grave: responde peor a los tratamientos, necesita más hospitalizaciones, es más sensible a los efectos secundarios, etc. Las drogas complican mucho la evolución de los trastornos mentales y los trastornos mentales complican mucho la evolución de las adicciones.