En la mañana del Viernes Santo se celebró la Procesión de Los Pasos, con las imágenes de Nuestro Padre Jesús Nazareno El Viejo y el Nazareno con el Cireneo custodiado por la Guardia Civil, abriendo el desfile. Ambos fueron cargados a hombros por cofrades descalzos, como marca la regla de la Cofradía. Tras ellos, los conjuntos escultóricos de La Verónica, La Erección en la Cruz y Longinos. La imagen de Nuestra Madre Virgen de la Amargura cerraba la procesión. La comitiva llegó a la Plaza Mayor, donde tuvo lugar una ofrenda floral en memoria de los difuntos. Un Guardia Civil y un hermano nazareno colocaron a los pies del paso titular una corona de laurel mientras sonaba La Muerte no es el final. Una vez celebrado este acto, la procesión continuó hacia la plaza de San Pablo, donde se produjo el acto de despedida
‘Silencio y penitencia’. En la madrugada del jueves al viernes, las calles vivieron un sobrecogedor ambiente para acoger la Procesión de Silencio y Penitencia. Sobre la 1 de la madrugada, el desfile partió de la capilla de la cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno, con un único protagonista: la talla de Tomás de la Sierra. El camino, marcado por las velas y por un silencio sepulcral, acogió las tres caídas del Hijo de dios en su camino a la Cruz, las tres genuflexiones del paso: en el Palacio Episcopal, en la plaza de San Antolín y, el último, en la Catedral.
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Desde allí la procesión regresó a la capilla de la Cofradía, donde se dio por terminada con la lectura del Soneto a Nuestro Padre Nazareno.