Santiago Román trataba ayer de asimilar lo ocurrido en la madrugada del miércoles. Su pueblo, Las Heras de la Peña estuvo en un tris de ser pasto de las llamas.
En las últimas semanas él y los vecinos de este núcleo dependiente de Santibáñez de la Peña han visto por televisión, más veces de las deseadas, imágenes de incendios que arrasan con todo. Para su desgracia, el fuego del miércoles no estaba a cientos de kilómetros, lo tenían a la puerta de casa.
Terrenos de cereal cosechados el lunes se convirtieron en una pira de fuego que, ayudado por el viento, obligó a desalojar a vecinos de esta pequeña localidad del norte de la provincia.
«Cuando nos quisimos dar cuenta lo teníamos encima», aseguraba ayer Román. El alcalde de Las Heras reconoció que se vivieron momentos «de gran tensión», en los que la rápida respuesta de vecinos del municipio y de otros cercanos fue vital para que el fuego no llegara al pueblo. «Era tal la magnitud de las llamas que no nos quedó más remedio que desalojar a los vecinos». Estos fueron trasladados a las escuelas y no pudieron volver a sus domilicios hasta bien entrada la madrugada.
«El incendio empezó a las 11. No solo el fuego era peligroso. También el humo complicaba la situación», apunta un vecino que estuvo hasta las 3 de la madrugada participando en las labores de extinción. «Lo prioritario, cuando nos dimos cuenta de que esto iba en serio, era proteger el pueblo hasta que llegaran los medios (técnicos, agentes medioambientales, un bulldozer, tres autobombas, tres cuadrillas de tierra, una dotación de Bomberos y varias unidades de la Guardia Civil). Ahí, el trabajo de los vecinos y de gente de otros pueblos ha sido vital. Si no es por ellos, el fuego arrasa Las Heras», apostilla el primer edil. Superado ya el momento crítico, extinguidas las llamas, pero aún con las imágenes frescas en la memoria, Santiago Román no puede por menos que sincerarse. «Es duro ver que el fuego puede acabar con todo. Se me saltaban las lágrimas, de impotencia», reconoce.