Villota del Páramo y San Andrés de la Regla se vistieron de gala esta semana para celebrar el centésimo cumpleaños de Maximiana Santos Casas y Saturnina Iglesias Bartolomé, una fecha muy especial que permanecerá en el recuerdo de los vecinos de estas dos localidades enclavadas en pleno corazón de la comarca de La Vega.
No es fácil alcanzar un siglo de vida, y mucho menos lo es lograrlo en las condiciones en las que ambas se encuentran, en un excelente estado de salud. Un motivo más que de sobra para soplar las velas con fuerza y celebrar este esperado cumpleaños rodeadas de seres queridos.
Junto a ellas estuvieron sus familiares más directos, amigos y un gran número de vecinos, que no quisieron perderse el merecido homenaje que tributó a estas dos abuelas el Ayuntamiento y la Junta Vecinal, que ofrecieron después de una misa en la iglesia parroquial un ágape para todos los allí presentes, entre los que se encontraba la presidenta en funciones de la Diputación Provincial, Ana María Asenjo.
Separadas por escasos cinco kilómetros por carretera, se da la circunstancia de que ambas nacieron el 4 de junio de un ya lejano 1915, una época complicada que se vio ensombrecida años después por el estallido de la Guerra Civil, cuando apenas tenían veintiún años y toda una vida por delante.
No sin falta de esfuerzo, trabajo y mucho sacrificio, lograron sacar a sus respectivas familias adelante. Para ello, tuvieron que hacer frente a largas jornadas de trabajo de sol a sol en las tierras de cultivo, obligaciones que compaginaban con las tareas propias de sus hogares, en los que el agua corriente, la luz eléctrica o la línea de teléfono tardaron bastante en llegar.
MAXIMIANA. Así lo recuerda Maximiana, que asegura que durante este tiempo «hemos pasado por mucho a lo largo de estos años, pero estoy muy contenta de llegar a los cien. Como de todo, no tomo ninguna pastilla y nunca me he puesto enferma», relató orgullosa a este periódico.
A pesar de la edad, se encarga de todas las tareas de la casa, aunque cuenta con la ayuda de uno de sus sobrinos, «que me echa una mano en el día a día», precisó. El resto de sus familiares más cercanos están repartidos por Palencia y varias provincias más, tales como Madrid, Burgos o Barcelona. Sin embargo, no les importó recorrer cientos de kilómetros para estar junto a Maximiana ayer para conmemorar su aniversario.
La lectura es una de sus grandes pasiones, aunque cada vez lo hace con menos frecuencia ya que la vista de cerca flaquea en los últimos años. De su pueblo, que nunca ha abandonado salvo períodos concretos, asegura que ha cambiado mucho, sobre todo la gente y la unión entre los vecinos. «Antes nos juntábamos más y se vivía francamente bien, pero ahora cada uno va a lo suyo y apenas se relaciona con el resto de personas», concretó.
SATURNINA. Viuda desde 1970, Saturnina reside en los últimos treinta años con su hijo Eladio en el centro del pueblo tras haber vivido con anterioridad en Villalba de Guardo, Gijón y Valladolid, desde donde regresó a su localidad de origen.
Orgullosa de ser la primera persona de su pueblo que alcanza los cien años, recordó las dificultades a las que se enfrentaban las gentes del ámbito rural. «Antes todo lo hacíamos a mano, no había maquinaria y la poca que había era muy costosa. Para labrar las tierras que teníamos en la provincia de León salíamos de casa de madrugada y así conseguíamos llegar a tiempo hasta los cultivos, aprovechando las primeras horas del día antes de que el sol calentase demasiado», subrayó haciendo gala de su gran memoria.
Uno de sus manjares más deliciosos es el queso fresco y mojar una rebanada de pan con un poco de arreglado, el orujo que no puede faltar en ninguna casa de esta comarca. «El resto del día no tengo demasiados caprichos, pero ese me gusta mucho», apuntó.
Saturnina saca tiempo también para hacer la comida, poner la lavadora o fregar los platos. Tareas de las que descansa en los meses de buen tiempo en el jardín de su vivienda, rodeada de rosales, geranios, arbustos e infinidad de plantas.