El helador invierno palentino del año 1072 fue testigo de una de las batallas más grandes de nuestra historia, y por sus consecuencias posteriores podemos considerarla una de las más trascendentales. Conocida como Batalla de Golpejera, Volpejera o Vúlpejar, aún hoy, casi mil años después aún se duda del lugar exacto donde los ejércitos de los reinos de León y Castilla se enfrentaron con el fin de dilucidar cual de sus dos monarcas asumía la supremacía. Pero para entender el porqué Sancho y Alfonso, siendo hermanos decidieron jugarse su futuro a una carta en Golpejera, tenemos que retroceder unos pocos años.
En el año 1035, tras un fructífero reinado muere el Imperator Totius Hispaniae Sancho III de Navarra, dejando un inmenso legado a sus hijos que abarcaba además del Reino de Pamplona; los condados de Castilla, Aragón, Sobrarbe y Ribagorza. Siguiendo la tradición Navarra, García como hijo mayor heredó el reino pamplonés; Fernando, el segundo, el condado de Castilla convirtiéndose en su primer Rey independiente; y el hijo menor, Gonzalo, se quedó con Sobrarbe y Ribagorza. Además Sancho desposo a Jimena, su única hija, con el rey Bermudo III de León, y otorgó el condado de Aragón a Ramiro, -hijo ilegítimo- que al igual que Fernando se alzó como rey del entonces pequeño condado aragonés.
Al poco de morir el rey Sancho, comienzan los conflictos entre sus hijos, de los cuales saldrá claro vencedor Fernando. Tras derrotar y matar en la Batalla de Tamarón a Bermudo III de León (último de la dinastía de Pelayo), se hace con el trono leonés al estar Fernando casado con Sancha, hermana de Bermudo y heredera legítima; posteriormente, en 1074 Fernando da muerte a su hermano García en la Batalla de Atapuerca, convirtiéndose en monarca supremo de la España cristiana.
Fernando, reconocido por la historia como el magno, dirigió con mano de hierro sus dominios, además de reforzar de forma decisiva el poder cristiano frente al Islam en España. A su muerte, en 1065, decidió al igual que su padre repartir los reinos entre sus hijos, dejando en herencia Castilla -su reino por derecho- a Sancho que era el mayor; León al segundo, -y parece que favorito- Alfonso; y Galicia y Portugal a García. A sus hijas Urraca y Elvira las entregó los señoríos de Zamora y Toro.
Dos años transcurrieron en paz entre los hermanos tras la muerte de su padre, los que se mantuvo con vida la Reina viuda Sancha. A partir de ese momento, se sucedieron los enfrentamientos entre los hermanos en busca de volver a unificar el territorio bajo una sola corona. El primer enfrentamiento de cierto nivel, tuvo lugar en Palencia en 1068, -bueno es recordar que el territorio palentino que transcurre entre los ríos Pisuerga y Carrión estaba en disputa por ambos reinos desde tiempos de Sancho el Mayor, aunque oficialmente se mantenían bajo poder leonés- concretamente en terrenos del actual municipio de Lantadilla. Esta batalla, conocida como de Lantada, enfrentó a lo más selecto de los ejércitos castellano y leonés, bajo la premisa de que quien venciera se haría con los dos reinos; más cuando la contienda comenzó a decantarse del lado castellano, Alfonso se retiró picando espuela hacía zona segura antes de ver perdida su corona, y su vida.
Los cuatro años que transcurrieron entre las Batallas de Llantada y Golpejera, lo invirtieron Sancho y Alfonso en repartirse el Reino galaico-portugués de su hermano pequeño. Mediante un acuerdo, Alfonso dejó pasar a las tropas castellanas por territorio leonés para combatir en Portugal, a cambio de que una vez vencido García, los territorios se repartiesen entre castellanos y leoneses. Así ocurrió en 1071, y el pequeño García acabó capturado en Santarém, y poco después exiliado a su paria sevillana. Lógicamente, todos sabían ya, que tras conquistar Galicia y Portugal, lo siguiente era disputarse nuevamente el dominio sobre todo el territorio entre castellanos y leoneses. Y eso ocurrió de nuevo en Palencia, en la Batalla de Golpejera.
La tradición nos marca que el enfrentamiento se produjo entre los actuales términos de Villamuera de la Cueza y Cardeñosa de Volpejera. Una placa recuerda en una finca privada que se encuentra entre estas dos localidades, que justo ese lugar fue el que acogió tan importante contienda. Pero decíamos antes que el lugar no es seguro, y estudios recientes parecen indicar que más bien fue cerca de la actual localidad de Villarmentero -en pleno Camino de Santiago- donde se produjo el combate. Nombres como La Reyerta, La Matanza o La Mortera se mantienen en la memoria de las gentes de la zona desde siempre como el lugar real de la batalla, así como también se encuentra cerca el sitio conocido como Las Tiendas, donde se supone que se estableció el campamento castellano.
Sea como fuere, lo cierto -así nos lo reconocen todas las grandes crónicas medievales- es que bajo el frío amanecer del 12 de enero de 1072, todo hombre en disposición de combatir por parte de ambos reinos se encontraba en Golpejera dispuesto a morir, o a convertir a su rey, en el único heredero de Fernando I el magno. De parte castellana comandaba la hueste junto al rey Sancho II, su alférez Rodrigo Díaz de Vivar; y de parte leonesa sobresalía la figura del conde de Saldaña Pedro Ansúrez, alférez real de Alfonso VI de León.
Durante todo el día se combatió sin tregua, la crónica nos dice que las bajas en ambos bandos fueron cuantiosísimas, y que al final de la jornada la victoria parecía segura para las huestes leonesas. Con la llegada de la noche, el combate de manera sorprendente paró, ante la huída desordenada de los castellanos. La decisión de Alfonso de no perseguir, y dar muerte a los castellanos tras la huída, es de las más controvertidas de siempre para los historiadores, pues supuso a la postre la reagrupación durante la noche del ejército castellano, y un contraataque al amanecer que sorprendió a los leoneses, -quienes ya se veían vencedores- dando muerte a muchos de ellos, y haciendo huir al propio Rey, que consiguió resguardarse en la cercana iglesia de la Santa Virgen de Carrión de los Condes.
Allí mismo fue capturado Alfonso, y llevado encadenado por todos los castillos y ciudades hasta Burgos, donde se le hizo renegar de sus derechos sobre la Corona. Alfonso, al igual que antes su hermano García, marchó junto a su alférez camino del destierro, en este caso a Toledo; así nos lo cuenta La Crónica Compostelana Bello captos, alterum scilicet Aldephonsum, Toletum.
Sancho II fue el vencedor absoluto en Golpejera, y salió proclamado Rey de todos los reinos que su padre ostentó. ¿Todos? No, aún le quedaba tomar Zamora, en propiedad de su hermana Urraca, y leal a Alfonso. Allí, en la batalla más sencilla de cuantas afrontó, encontró Sancho El fuerte pocos meses después la muerte de forma traicionera a manos del noble leonés Bellido Dolfos; y de esta rocambolesca manera, Alfonso El bravo, derrotado en batalla, acabó proclamándose soberano de todas las tierras y súbditos de los reinos de León y Castilla.. Ahí comienza su legendario reinado, y la leyenda del destierro del Cid, pero eso ya es otra historia.
(*) Luis Carlón Sjovall es presidente de ACT Fernando III El Santo. (*) / palencia
El helador invierno palentino del año 1072 fue testigo de una de las batallas más grandes de nuestra historia, y por sus consecuencias posteriores podemos considerarla una de las más trascendentales. Conocida como Batalla de Golpejera, Volpejera o Vúlpejar, aún hoy, casi mil años después aún se duda del lugar exacto donde los ejércitos de los reinos de León y Castilla se enfrentaron con el fin de dilucidar cual de sus dos monarcas asumía la supremacía. Pero para entender el porqué Sancho y Alfonso, siendo hermanos decidieron jugarse su futuro a una carta en Golpejera, tenemos que retroceder unos pocos años.
En el año 1035, tras un fructífero reinado muere el Imperator Totius Hispaniae Sancho III de Navarra, dejando un inmenso legado a sus hijos que abarcaba además del Reino de Pamplona; los condados de Castilla, Aragón, Sobrarbe y Ribagorza. Siguiendo la tradición Navarra, García como hijo mayor heredó el reino pamplonés; Fernando, el segundo, el condado de Castilla convirtiéndose en su primer Rey independiente; y el hijo menor, Gonzalo, se quedó con Sobrarbe y Ribagorza. Además Sancho desposo a Jimena, su única hija, con el rey Bermudo III de León, y otorgó el condado de Aragón a Ramiro, -hijo ilegítimo- que al igual que Fernando se alzó como rey del entonces pequeño condado aragonés.
Al poco de morir el rey Sancho, comienzan los conflictos entre sus hijos, de los cuales saldrá claro vencedor Fernando. Tras derrotar y matar en la Batalla de Tamarón a Bermudo III de León (último de la dinastía de Pelayo), se hace con el trono leonés al estar Fernando casado con Sancha, hermana de Bermudo y heredera legítima; posteriormente, en 1074 Fernando da muerte a su hermano García en la Batalla de Atapuerca, convirtiéndose en monarca supremo de la España cristiana.
Fernando, reconocido por la historia como el magno, dirigió con mano de hierro sus dominios, además de reforzar de forma decisiva el poder cristiano frente al Islam en España. A su muerte, en 1065, decidió al igual que su padre repartir los reinos entre sus hijos, dejando en herencia Castilla -su reino por derecho- a Sancho que era el mayor; León al segundo, -y parece que favorito- Alfonso; y Galicia y Portugal a García. A sus hijas Urraca y Elvira las entregó los señoríos de Zamora y Toro.
Dos años transcurrieron en paz entre los hermanos tras la muerte de su padre, los que se mantuvo con vida la Reina viuda Sancha. A partir de ese momento, se sucedieron los enfrentamientos entre los hermanos en busca de volver a unificar el territorio bajo una sola corona. El primer enfrentamiento de cierto nivel, tuvo lugar en Palencia en 1068, -bueno es recordar que el territorio palentino que transcurre entre los ríos Pisuerga y Carrión estaba en disputa por ambos reinos desde tiempos de Sancho el Mayor, aunque oficialmente se mantenían bajo poder leonés- concretamente en terrenos del actual municipio de Lantadilla. Esta batalla, conocida como de Lantada, enfrentó a lo más selecto de los ejércitos castellano y leonés, bajo la premisa de que quien venciera se haría con los dos reinos; más cuando la contienda comenzó a decantarse del lado castellano, Alfonso se retiró picando espuela hacía zona segura antes de ver perdida su corona, y su vida.
Los cuatro años que transcurrieron entre las Batallas de Llantada y Golpejera, lo invirtieron Sancho y Alfonso en repartirse el Reino galaico-portugués de su hermano pequeño. Mediante un acuerdo, Alfonso dejó pasar a las tropas castellanas por territorio leonés para combatir en Portugal, a cambio de que una vez vencido García, los territorios se repartiesen entre castellanos y leoneses. Así ocurrió en 1071, y el pequeño García acabó capturado en Santarém, y poco después exiliado a su paria sevillana. Lógicamente, todos sabían ya, que tras conquistar Galicia y Portugal, lo siguiente era disputarse nuevamente el dominio sobre todo el territorio entre castellanos y leoneses. Y eso ocurrió de nuevo en Palencia, en la Batalla de Golpejera.
La tradición nos marca que el enfrentamiento se produjo entre los actuales términos de Villamuera de la Cueza y Cardeñosa de Volpejera. Una placa recuerda en una finca privada que se encuentra entre estas dos localidades, que justo ese lugar fue el que acogió tan importante contienda. Pero decíamos antes que el lugar no es seguro, y estudios recientes parecen indicar que más bien fue cerca de la actual localidad de Villarmentero -en pleno Camino de Santiago- donde se produjo el combate. Nombres como La Reyerta, La Matanza o La Mortera se mantienen en la memoria de las gentes de la zona desde siempre como el lugar real de la batalla, así como también se encuentra cerca el sitio conocido como Las Tiendas, donde se supone que se estableció el campamento castellano.
Sea como fuere, lo cierto -así nos lo reconocen todas las grandes crónicas medievales- es que bajo el frío amanecer del 12 de enero de 1072, todo hombre en disposición de combatir por parte de ambos reinos se encontraba en Golpejera dispuesto a morir, o a convertir a su rey, en el único heredero de Fernando I el magno. De parte castellana comandaba la hueste junto al rey Sancho II, su alférez Rodrigo Díaz de Vivar; y de parte leonesa sobresalía la figura del conde de Saldaña Pedro Ansúrez, alférez real de Alfonso VI de León.
Durante todo el día se combatió sin tregua, la crónica nos dice que las bajas en ambos bandos fueron cuantiosísimas, y que al final de la jornada la victoria parecía segura para las huestes leonesas. Con la llegada de la noche, el combate de manera sorprendente paró, ante la huída desordenada de los castellanos. La decisión de Alfonso de no perseguir, y dar muerte a los castellanos tras la huída, es de las más controvertidas de siempre para los historiadores, pues supuso a la postre la reagrupación durante la noche del ejército castellano, y un contraataque al amanecer que sorprendió a los leoneses, -quienes ya se veían vencedores- dando muerte a muchos de ellos, y haciendo huir al propio Rey, que consiguió resguardarse en la cercana iglesia de la Santa Virgen de Carrión de los Condes.
Allí mismo fue capturado Alfonso, y llevado encadenado por todos los castillos y ciudades hasta Burgos, donde se le hizo renegar de sus derechos sobre la Corona. Alfonso, al igual que antes su hermano García, marchó junto a su alférez camino del destierro, en este caso a Toledo; así nos lo cuenta La Crónica Compostelana Bello captos, alterum scilicet Aldephonsum, Toletum.
Sancho II fue el vencedor absoluto en Golpejera, y salió proclamado Rey de todos los reinos que su padre ostentó. ¿Todos? No, aún le quedaba tomar Zamora, en propiedad de su hermana Urraca, y leal a Alfonso. Allí, en la batalla más sencilla de cuantas afrontó, encontró Sancho El fuerte pocos meses después la muerte de forma traicionera a manos del noble leonés Bellido Dolfos; y de esta rocambolesca manera, Alfonso El bravo, derrotado en batalla, acabó proclamándose soberano de todas las tierras y súbditos de los reinos de León y Castilla.. Ahí comienza su legendario reinado, y la leyenda del destierro del Cid, pero eso ya es otra historia.
(*) Luis Carlón Sjovall es presidente de ACT Fernando III El Santo.