Tenía tan grabadas en la memoria las imágenes de la vendimia «cuando era un niño» que en cuanto tuvo la oportunidad, ni se lo pensó. Basilio Varas decidió hace una década que era el momento de convertirse en viticultor y dar rienda suelta a una de sus pasiones: crear su propio vino.
El pago Lancha Quebrada, en Herrera de Valdecañas -localidad que el domingo acoge la Fiesta de la Vendimia de la DO Arlanza-, fue el lugar elegido para iniciar una aventura que ni le hará rico, ni le convertirá en un personaje mediático. Es algo más simple que todo eso. Basilio Varas se conforma con contemplar cada botella de su Basileo, como un logro y con los mismos ojos con los que seguía al detalle las faenas en las 300 hectáreas de viñedo que llegó a tener su pueblo, Herrera de Valdecañas. «Notas que se mete algo dentro. Es algo que no sabes lo que es, pero que te marca. La bodega me permite tener una relación directa con la tierra, como la que había entonces», asegura este cerrateño.
Orgulloso de su origen, defiende a capa y espada lo que El Cerrato ofrece y si es vino, esa defensa se eleva exponencialmente. «Cuesta que en Palencia se beba vino palentino. ¿Por qué? No me digas...», se lamenta. Un lamento que se torna sonrisa cuando avanza que en 2014 saldrá al mercado un tinto que, espera, dé que hablar. Basilio elaborará un tinto con Tempranillo y Merlot. «En un campo tan saturado como el del vino no te queda más remedio que ofrecer algo nuevo. El Merlot es una variedad francesa que aporta matices», detalla.
De las 10 hectáreas, con cepas perfectamente dispuestas a una distancia de 120 centímetros entre sí y de 2,80 metros entre los surcos, 9,4 se dedican a Tempranillo y 6.000 metros cuadrados a Merlot.
Antes de ese lanzamiento, hay tiempo para echar la vista atrás. Los primeros pasos de Varas en la viticultura fueron poco menos que una pesadilla. Casi acaban, metafóricamente hablando, con él. «Fue el primer año. Llegado el momento de hacer el aclareo (labor consistente en la eliminación de una parte de los racimos cuando aún no ha finalizado su maduración), pensé que meses de trabajo se perdían en dos días. Cuando vi los racimos en el suelo no me lo podía creer», comenta con humor. Ese aclareo era básico para disminuir el número de racimos por cepa e incrementar así su grado de azúcar y su color, aspectos claves en la mejora de la calidad del vino.
Mil y una anécdotas jalonan la historia de Basileo, el vino que se produce en Herrera de Valdecañas, o siendo más exactos, que nace en Herrera de Valdecañas y crece en la localidad burgalesa de Villalmanzo (tinto joven) y en la palentina de Torquemada (tinto roble). «El joven se elabora en Bodegas Arlanza y el roble en las instalaciones de Esteban Araujo», precisa.
El salto cualitativo de contar con sus propias instalaciones no entra, de momento, en los planes de futuro de Basilio Varas. «Afortunadamente no vivo de esto», sentencia con ironía. Sus 10 hectáreas, en una vendimia normal, producen unos 35.000 kilos. En una campaña peculiar, como la de 2013, la más retrasada en toda la historia de la DOArlanza (nacida en 2007), con un pedrisco «que en junio se llevó casi el 50%) puede rondar los 20.000», precisa. Mira al cielo. Ayer los negros nubarrones se cernían sobre Lancha Quebrada. «Dan tiempo estable para el fin de semana. Arrancaremos con la vendimia y no se parará en diez días», sentencia.