La Procesión del Indulto celebrada en la mañana de ayer estuvo marcada por la emoción vivida en la puerta de la iglesia de San Agustín, lugar donde se hizo efectivo desde el punto de vista simbólico, el indulto al preso.
A.R.P., palentino de 48 años condenado a tres años de prisión por un delito de falso testimonio, no pudo reprimir las lágrimas al escuchar las palabras del sacerdote y los abrazos de ánimo que recibió de algunos cofrades de la Hermandad del Santísimo Cristo de la Misericordia. Vestido con una túnica de nazareno y descalzó, tal y como procesionó en el Santo Vía Crucis del miércoles, se situó cara a cara con la imagen de la Virgen de la Piedad y custodiado por el Cristo de la Santísima Misericordia. Pese a llevar el rostro cubierto por el capillo, los asistentes pudieron percibir los sollozos de emoción del preso indultado y se intuían las lágrimas corriendo por su rostro.
El perdón de dios. El sacerdote recordó a los presentes que «Dios nos abre a su corazón incluso cuando somos miserables y nos invita a vivir su amistad para llegar a la Gloria». También explicó que «Dios ejerce su misericordia incluso con aquellos que se han apartado de Él» y se refirió a los ejemplos de Judas Iscariote, el discípulo traidor y a Pedro, que negó tres veces a Jesucristo y añadió que «es fácil decir: Señor perdónanos». El sacerdote también recordó la conversación con el buen ladrón y añadió que «a pesar de la espera, Dios no pierde la paciencia y confía en que nos acerquemos a él». El sacerdote concluyó sus palabras dirigiéndose al preso al que dijo «El camino del Bien es el Camino de la Felicidad».
Tal fue la emoción vivida al ver al preso emocionarse que algunos asistentes quisieron mostrar su apoyo y sus buenos deseos con un tímido aplauso.
A partir de ese momento, el preso indultado, que no pudo reprimir las lágrimas durante parte del recorrido, comenzó a desfilar ante la imagen del Santísimo Cristo de la Misericordia, ya que hasta ese momento lo hizo tras él.
El desfile procesional, que partió de la iglesia de Nuestra Señora de la Calle, estuvo encabezado por seis majestuosos caballos de la Unidad Especial de Caballería de la Policía Nacional, miembro honorífico de la cofradía. Tras ellos, desfiló la carroza del Cristo de Medinaceli (siglo XIX) y cerrando la procesión, el Santísimo Cristo de la Misericordia en su carroza de orfebrería, decorada con flores blancas y amarillas y que salió del templo al ritmo de la Marcha Real interpretada por la Banda de Tambores y Cornetas de la Cofradía.
La procesión se dirigió entonces hasta la plaza de San Pablo, donde se sumaron las imágenes de Nuestro Padre Jesús Crucificado, (Alejo de Vahía, siglo XV) y el Santísimo Cristo del Otero de San Pablo (Escuela Palentina, siglo XVII) que pasaron a abrir la procesión.
Tras el Acto del Indulto el desfile continuó por la Calle Mayor de la capital, pasó frente a la iglesia de San Lázaro y regresó al punto de inicio, en la iglesia de La Compañía, donde tuvo lugar el acto de despedida al Santísimo Cristo de la Misericordia.