«Ser poeta es lo más digno a lo que se puede aspirar dentro de la Literatura»

Santi Ibáñez
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Vicente Molina Foix ha publicado, entre otras, las novelas Museo provincial de los horrores, La quincena soviética, y El abrecartas, galardonadas con los premios Barral, Herralde y el Nacional de Literatura, respectivamente.

«Ser poeta es lo más digno a lo que se puede aspirar dentro de la Literatura»

Enfrentarse a su vasta producción poética para elegir los poemas adecuados e incluirlos en La musa furtiva, ha sido para Vicente Molina Foix (Alicante, 1949), conocido sobre todo por su faceta de narrador, como «una operación de excavación» en su propia arqueología. Epigrama segundo y El hijo que no tuve son los poemas preferidos para este autor que no habla de amor cuando está enamorado. Solo lo hace «cuando la relación termina».

Escritor, autor dramático, crítico y director de cine, reputado traductor de Shakespeare, exprofesor de Literatura en la Universidad de Oxford… y poeta. Dominar tantos oficios le hará sentirse muy seguro de usted mismo…

Al contrario, hace que me sienta más frágil, porque al haber muchos frentes abiertos y, aunque me siento muy a gusto en todos ellos, tengo que estar, como en la guerra, atento a vigilar las jugadas de la trinchera.

Y ahora regresa otra vez como poeta. ¿Qué ocultan las páginas de La musa furtiva?

Esconden mis 20 años de silencio, ya que también he sido un poeta furtivo en la medida que no he publicado, aunque no he sido reticente a la hora de escribir poesía.

¿Qué le ha hecho cambiar de opinión para publicarla?

La Fundación Lara me planteó reconsiderar mi trayectoria como poeta, porque estaba interesada en editarla. Ha sido un ejercicio muy saludable, porque he encontrado en mis numerosas carpetas, para bien o para mal, una voz poética que empezó en los años 60 y en la que me reconozco.

De esta suerte de biografía, ¿qué espera del lector?

Que valore la existencia de alguien que empezó como poeta, que tenga en cuenta que esta obra tiene muchos puntos en común con lo que he escrito en mis novelas y que descubra mi evolución como persona.

¿De qué y cómo viven los poetas de ahora?

De las ventas, desde luego que no, porque España no es espléndida con este género que sigue siendo sagrado. Portugal, por ejemplo, que es un país más pequeño y se supone que más pobre, se ocupa de su repercusión desde siempre. Ser poeta es lo más digno a lo que se puede aspirar dentro la Literatura. Tengo amigos escritores que no leen poesía, pero ante un poeta se descubren.

Como el crítico de cine que es, ¿le incomoda someterse al análisis de los demás?

En absoluto. Conozco a muchos escritores y cineastas que afirman que nunca leen las críticas. No los creo. Yo siempre lo hago, ya sean sobre mi cine o sobre mis novelas. A veces me indignan, otras me aclaran y otras me iluminan.

¿Qué opinión tiene de las novelas a las que definen como cinematográficas y de las películas a las que llaman literarias?

Soy un gran cinéfilo y, básicamente, escritor. Mi eslogan es: La Literatura, en los libros, y el cine, en la pantalla.

Pero es evidente que tienen puntos en común....

Sí, la descripción temporal y la secuencia narrativa, pero con los personajes empieza la diferencia entre los que imaginamos en el papel escrito y los que surgen, de carne y hueso, en la pantalla.

Entonces, no pedirá a una película lo mismo que a un libro...

Pese a ser cosas distintas, en ambos casos, pido la excelencia.

Hay quienes afirman que los críticos de cine y de teatro son actores frustrados. ¿Usted lo es?

Absolutamente, no, pero creo que sí hay cineastas y escritores que son críticos frustrados.

Después del éxito obtenido en Mérida el pasado verano con su versión de Electra, ¿no le apetece volver a la cartelera teatral madrileña?

En la obra, que obtuvo el Premio del Público, Ana Belén y Julieta Serrano estuvieron espléndidas y la dirección de Carlos Plaza fue redonda. Hay un proyecto sobre una obra mía, que lo lleva la directora María Ruiz, que espero que llegue a buen puerto.

Como espectador, ¿qué es lo último que ha visto en teatro?

Maridos y mujeres, una adaptación muy bien hecha, muy divertida, en el Teatro de la Abadía, con Alex Rigola. Me gustó más que la película de Woody Allen, porque tuve la curiosidad de verla en casa al volver de la función.

¿Cualquiera que se sube a un escenario merece el aplauso?

Creo en el aplauso, pero también reivindico el derecho al pateo. No lo hago, porque soy un señor mayor y debo parecer respetuoso, pero claro que, a veces, me dan unas ganas tremendas.

 Acostumbrado como estuvo a evaluar en Oxford, ¿qué nota le podría al cine español actual?

 Un notable alto porque, pese a todas las dificultades que tiene, ha producido y produce películas con muchísima calidad.

¿Volvería a rodar Sagitario o El dios de madera, como lo hizo?

No, como tampoco escribiría igual los primeros poemas que aparecen en La musa furtiva, que he dejado tal cual. Estoy muy satisfecho, sobre todo, de El dios de madera. No es perfecta, pero es la película que quería hacer.

Para ser un director brillante de cine y de teatro, ¿es fundamental ser un dictador?

Sí, pero más en teatro, porque el contacto es muy estrecho. Debes ser, además de tirano, amigo e incluso psicólogo. Hay actores que te cuentan los problemas que les originan las escenas de amor en el escenario cuando, fuera de él, odian a la mujer o al hombre con el que está trabajando.

Volviendo a la poesía, ¿recuerda de qué hablaban sus primeros versos y para quién eran?

Hasta los 14 o 15 años, que perdí la fe, era muy beato. A la gente le sorprende porque soy un tanto libertino, y hacía versos, que aún conservo, a la Inmaculada Concepción. Que no tiemblen los lectores, porque no los he incluido en La musa furtiva.