El Trofeo Santiago amateur dio paso, por circunstancias del guión, al Trofeo San Telmo sénior y veteranos y con el cambio la SD Danisa, organizadora de ambas carreras, ganó. La prueba de ayer fue de alto nivel competitivo y los nombres de los ganadores así lo confirman. Los dos primeros clasificados fueron en su momento profesionales y ambos son actuales campeones nacionales en sus respectivas categorías.
Carreras como la de ayer son las que hacen grande a este deporte. Los amateur corren por la ilusión de subir a profesionales o los de más edad por ganar unos euros. Pero en estas carreras de veteranos lo hacen por amor al ciclismo, teniendo como premio la satisfacción propia y los más afortunados, los primeros, una copa o un jamón, dado que no existen premios en metálico. Es digno de admiración como estos ciclistas de treinta y tantos o cuarenta y tantos años son capaces de sobreponerse a la adversidad, como ocurrió en esta épica jornada en la que el viento, el frío, la lluvia y especialmente la copiosa nieve que les acompañó por el Cerrato fueron los protagonistas. Al borde de la hipotermia quedaron muchos de ellos, con las manos congeladas incapaces de echar mano al cambio. Y pese a todo, rodaron a casi 38 kilómetros por hora.
Desde el banderazo de salida, para afrontar cien duros y sinuosos kilómetros, hubo zafarrancho de combate. En este aspecto, estas carreras se parecen mucho a las de amateur. Pronto se formó una fuga de diez corredores en la que se encontraba, entre otros, el palentino del Deportes Fernando, Manuel Álvarez. Pero no valía. Faltaban muchos de los gallos y por ello moría poco después de la meta volante de Tariego de Cerrato. Fue en el kilómetro 25 cuando se formó el corte de la jornada. Fue Antonio Martín, Pispajo, que en su etapa juvenil y amateur corrió tres años con el Danisa, el que provocó el corte con su habitual espíritu guerrillero. Se formó un grupo de trece elegidos, donde estaban representados los equipos y los corredores más fuertes, entre ellos otro palentino, Miguel Ángel Andrés, Miguelín. Estaba claro que el ganador iba a salir de esta fuga, pero nadie esperaba lo que iba a llegar: el infierno blanco. La nieve y el frío hicieron acto de presencia. Fueron treinta kilómetros dantescos. Los abandonos se iban produciendo, incluso en el grupo cabecero. En las cunetas se acumulaban ciclistas tiritando de frío, esperando el auxilio de un coche salvador. La tentación de echar pie a tierra rondó por la cabeza incluso por los dos corredores más fuertes que dejaron al grupo de trece elegidos.
El madrileño Juan Carlos Fernández, El Puma, campeón nacional sénior (menor de 30 años) y el segoviano Antonio Martín, campeón nacional máster 30 (menor de 40 años) tomaron tierra por medio, demostrando la clase que siguen atesorando y que les llevó en su momento a formar parte del pelotón profesional. Ver a dos corredores portando en su maillot la bandera española como campeones y disputándose la victoria es un lujo que cualquier organización de una carrera de este tipo desea. Aunque ambos se iban a llevar la victoria en sus respectivas categorías, quedaba el premio de ser el primero en la meta, el primero de los supervivientes. Frente a frente, dos estilos diferentes. El Puma, más poderoso en su pedaleo, moviendo desarrollos más grandes; Pispajo, con un rodar más alegre y con un desgaste acumulado al provocar los cortes y llevarse todas las clasificaciones secundarias. El madrileño parecía más dotado para el sprint, por lo que el segoviano optó de forma inteligente por entrar primero en la cerrada curva previa a meta. Entrar primero era casi la victoria, pero entró pasado en la curva. Juan Carlos Fernández lo aprovechó para entrar en ganador, aunque ganadores lo fueron todos.